NUESTRA IDENTIDAD EN CRISTO

 

BENDICIONES DE IDENTIDAD 

Durante dos mil años, cada mañana, muchos judíos devotos han dicho la siguiente oración, o una similar a esta:

“Bendito seas Dios del universo, que no me hiciste gentil, ni esclavo, ni mujer.”

Esta oración no es solo indicativa de la visión teológica de la persona que esta orando, es también indicativo de su visión de la sociedad. En particular está expresando la identidad de la persona  dentro de su visión del mundo. Oraciones como estas han sido llamadas “bendiciones de identidad” por lo estudiosos modernos.[1]

Comparemos esta oración con lo que otro hombre judío, el Apóstol Pablo, escribió en Gálatas 3:28-29:


Ya no hay judío ni gentil, esclavo ni libre, hombre ni mujer, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús. Y, ahora que pertenecen a Cristo, son verdaderos hijos* de Abraham. Son sus herederos, y la promesa de Dios a Abraham les pertenece a ustedes.” 

El apóstol Pablo pudo haber estado familiarizado con las “bendiciones de identidad”[2] judías y eligió usar las mismas tres categorías de humanidad, en el mismo orden, para resaltar que esas distinciones eran irrelevantes si estamos en Cristo. Cualquiera sea nuestro género y cualquiera sea nuestra raza, todos nosotros somos hijos de Dios y descendientes de Abraham. Esta es nuestra verdadera identidad y  esta verdad debería estructurar nuestra visión del mundo.

NUESTRA IDENTIDAD EN LA CREACIÓN Y EN LA NUEVA CREACIÓN 

Nuestra identidad en Cristo debería tener una influencia directa sobre nuestras relaciones dentro de la sociedad o comunidad de creyentes: la iglesia. En las iglesias del Nuevo testamento el género parece no haber sido una distinción importante entre los creyentes. La única razón dada para preservar las distinciones de género en la iglesia, en algunas situaciones, era por causa de los forasteros para el evangelismo.[3] Pero dentro de la comunidad de creyentes Pablo nos dice que no debemos conocer a nadie según la carne. (2 Corintios 5:16 compárese con 2 Clemente 12).[4]

Si estamos en Cristo somos parte de la Nueva Creación y parte de una comunidad donde los viejos paradigmas sociales y los sistemas de castas no tienen lugar (2 Corintios 5:17). Si hemos sido “revestidos de Cristo” y “estamos en Cristo”, esto afectará nuestra identidad y status ahora mismo tanto como en el futuro (Gálatas 3:27).

Nuestra identidad y estatus como seguidores de Jesús de la Nueva Creación y es más que sólo “nuestra postura teológica concerniente a nuestra salvación” como han sugerido algunos. Nuestra identidad debe afectar nuestra sociedad entre las comunidades cristianas. Esta es probablemente una de las razones por las que Pablo mencionara tres categorías de sociedad en Gálatas 3:28 (1) judíos y no judíos, (2) esclavos y no esclavos, (3) hombres y mujeres. Estas categorías incluyen potencialmente a toda la humidad.

La frase “hombre y mujer “en Gálatas 3:28  nos retrotrae a la Creación. En Génesis 1:27 leemos que hombre y mujer humanos fueron ambos hechos a la imagen y semejanza de Dios. Nosotros somos sus representantes en la tierra. Dios autorizó tanto a los hombres como a las mujeres a ser mayordomos de su mundo creado y  a tener autoridad sobre los animales. Pero en ningún lugar de Génesis 1 y 2  Dios dice que le dio al ser humano autoridad sobre otros humanos. Más aún: Dios bendijo tanto a las mujeres como a los hombres (Gen. 1:28). Y en respuesta, las mujeres así como también los hombres,  podían verdaderamente bendecir a Dios por la manera que Él los había hecho –por su identidad.

El pecado arruinó la unidad, la igualdad y la afinidad entre los hombres y las mujeres, resultando esto en desunión y en la jerarquía de géneros donde la mujer estaba unilateralmente subordinada al hombre (Gen. 3:16). Sin embargo, a causa del acto redentor de Jesús existe nuevamente la real posibilidad de igualdad, afinidad y armonía entre los sexos. En Gálatas 3:28 y pasajes similares tenemos una “visión de la vida comunitaria redimida.” Tim Peck (fuente: The Junia Project)

En la Creación no había jerarquías de género, y en la Nueva Creación no hay jerarquías de género ya que todos somos hijos de Dios, guiados por el Espíritu de Dios (Rom. 8:14-17; Gál. 3:26)

Gálatas 3:28 es más que una hermosa declaración teológica. Es también una declaración sociológica. La igualdad y unidad de Gálatas 3:28 es a lo que la iglesia debería aspirar. Esto es a lo que yo aspiro. Esta es mi “bendición de identidad”: Bendito seas tú Dios del universo quien me has hecho una mujer y una hija de Dios”.





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